Recuerdos I

Hace ya dos años, ¿o quizá son tres? Demasiado tiempo en cualquier caso. A veces aún me despierto oliendo el perfume de su piel, estirando el brazo hacia un lugar vacío de sustancia hacia una piel que ya no volveré a acariciar. Siempre guardo la última esperanza de que todo sea un sueño y que mi mano, cansada de surcar espacios incorpóreos, aterrice en su cuerpo dormido. Pero toda esperanza es vana y mi mano, dolida, se estrella contra una cama vacía.

Tal vez pudo ser distinto, tal vez todo pudo ser como antes y ahora la tendría a mi lado. «Juntos pero no revueltos» es preferible a estar «separados por siempre».

Aún recuerdo el día, que por tercera vez, le dije que la amaba. No pensé que nada fuera a ser diferente de las anteriores ocasiones, en las que, simplemente ella no había dicho nada utilizando el silencio como escudo contra mis palabras. Sin embargo, una lágrima confundió mis sentimientos, mis esperanzas apagadas, mi percepción de la realidad. Una lágrima huidiza, resbaladiza, mojada escapó de sus ojos sin su permiso rodando por su mejilla hasta morir en sus labios.

Impulsado, como un resorte por amor, mi dedo índice surco el camino de su lágrima, acarició su mejilla, resbaló por su cuello hasta su espalda y desde allí la atraje hacia mí y la abracé. Me sorprendí de mi osadía, pero me dejé llevar mientras sus sollozos hacían temblar mi cuerpo.

-¿Por qué me haces esto?- me dijo entre hipidos y gemidos.
-¿Hacerte el qué? ¿Amarte? No me resulta nada fácil aceptarlo, pero con el tiempo llegué a comprender este sentimiento y sabía que si no te lo decía, jamás sería sincero conmigo mismo. Perdóname, pero es lo que siento y ya no quiero, ni puedo ocultarlo más. Sólo quiero que lo sepas y que me digas que sientes tú, no puedo vivir más en la ignorancia necesito tenerte u olvidarte.

Se separó de mí y me miró a los ojos como nunca nadie lo había hecho. Con una mirada mezcla de sorpresa, de miedo, de arrepentimiento, de tristeza, de deseo, de amor…
-No sé lo que siento, mi corazón te ama, pero yo no quiero amarte, no ahora.
Me separé de ella y dolido, angustiado, enfurecido con ella misma y conmigo, la aparté y triste con lágrimas aflorando a mis ojos le dije:
-No te esperaré eternamente, me he cansado de hacerlo.- dando media vuelta me alejé de ella.

La escuchaba llorar mientras me alejaba y con un esfuerzo inmenso conseguí seguir adelante y no volver atrás.

Pero algo me detuvo en mi ciego avance, me cogió por el brazo y al girarme me envolvió con su cuerpo, con sus lágrimas y ,tal vez o sólo quizá, con su amor.

Ahora vuelvo a llorar al recordarlo, todo lo que vivimos lo que sentimos desde entonces. Lo recuerdo porque ha desaparecido ya nada es como antes, vuelvo a estar sólo. Ella no está, se fue una fría tarde de otoño cuando menos lo esperaba. Se fue sin entender lo que pasó, ya no está conmigo porque un coche gris me la arrancó de la mano mientras paseábamos. Cuando había aprendido a amarme, cuando éramos felices los dos en mutua compañía, el destino, ladrón de mi vida, me lo ha quitado todo.

Ya nada importa. Como un autómata sigo adelante, sin pensar, sin sentir, no lo necesito. Sigo viviendo en mis recuerdos.

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