Piensas que estar muerto
no puede ser peor que esto,
que el dolor siempre está dispuesto
a hurgar en esa herida
que te está hundiendo
tan profundo en tu propio yo.
No, no quieres bajar más
a ésta altura no puedes soportar
tanto horror,
creo que tendrías que incendiar
tu interior,
creo que tendrías que renunciar
a tu yo.
Respirar está pasando
a costarte un poco más
deberías dejarlo estar
y abandonarte
al arrullo de la eternidad.
Ya no le tienes miedo
y le darás tu dirección,
le entregarás sin ningún recelo
los pedazos rotos de tu corazón
para que se atragante
con la flecha partida
que nunca existió.
Deberías abandonarte a su canción
y entrar despacio sin hablar,
ya no sabes si rendirte
o si reírte,
de tan amarga situación
y escupes sueños que llevan su voz,
no sé por qué,
tiene que acabar siempre tan mal
si podría simplemente no acabar.
Estás tan cerca,
que oyes ladridos en su boca
te mira tan agudo tras esas sombras,
mientras el viento aulla entre sus ropas
y se acerca tan lenta,
tiene tiempo en esa arena
para preguntarte, por tu prisa
en abandonarte, en esta vida.
Y no sabes que decirle,
y no sabes que decirte
y no entiendes por qué morirte
y sólo se te ocurre pedirle:
«Muerte yo sólo quería darte un beso…»