La muerte

Muerte cementerio

Déjate de historias,
que ya se que sucedió:
caminé bajo tu sombra,
hubo algo entre tú y yo,
el silencio se hizo dueño
y aulló en mi interior,
aburrido de callar
anegó mi razón.

Mi memoria me falla
ya no sé a qué aspiras,
me has quitado la vida
y no hay tiritas para esta herida
jamás cicatrizan estigmas.

Te conocen de mil formas,
mil culturas diferentes,
te odian o te adoran
y tú mortal jinete,
frecuentas a ricos y pobres
a niños y hombres,
en todas partes,
encauzas la desembocadura,
es tu arte
causas estragos y dudan
de si existirá o no existirá
la gran voz luminosa,
te diré una cosa:
desde aquí no observo más que
veinte cipreses verdes
que llevan hasta millares de losas,
altares y lirios,
nombres en mármol escritos,
frases eternas,
después del último suspiro.

Tampoco está tan mal
después de verte cabalgar
sobre huesos y almas
se me han quitado las ganas
de saber si es cielo o infierno
lo que hay al final del túnel
pero no está mal este cementerio
no hay luces que valgan,
sólo gusanos y estrechos nichos,
bichos satisfecho su apetito.

Tú, muerte negra,
acabaste con mi suerte
ahora duele la inconsistencia
y jamás duerme la mente.
Señora, no oyes a los que te imploran
concédeles al menos la honra
de la rapidez en su hora,
que no lamenten
morir debido a la arena que se acaba,
el tiempo se va y es ley de vida,
no hay otra salida,
siempre odié las despedidas
para siempre…

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