-Te estaba esperando- su sonrisa confirmaba mis sospechas y realzaba sus palabras pues era de deseo y ansia.
-¿Cómo sabrías que vendría?
-He visto como muere el día y he sabido que vendrías
-¿Qué eres?- inútil pregunta pues ya sabía la respuesta.
-¿No te acuerdas?- sorprendida y con un deje de reproche me contestó -Soy Lea.
-Si claro que me acuerdo, pero no me refería a eso. Se que estoy soñando y que no eres real, sino sólo un producto de imaginación.
En ese momento mi mundo, todo lo que era y lo que soy, se derrumbó a mis pies cuando contemplé la expresión de su rostro. Ella tan risueña la última vez que la vi, tan alegre, tan traviesa, tan hermosa, y ahora… Ahora ni siquiera podía respirar el nudo en el estómago era demasiado grande y el vacío a mis pies tan inmenso. Y eso por una simple expresión, pero que mirada. Justo al oir mis palabras su rostro cambió repentinamente pasando de su sonrisa juguetona a la más profunda tristeza que haya visto en mi vida, dolía tanto su mirada que me hizo soltar unas lágrimas que resbalaron por mi mejilla…
-¿Por qué lloras?- me preguntaba con tanta tristeza que era incapaz de soportarla.
-Por ti.
-No has de llorar por mi ni debes apenarte porque tu me has creado, todo lo que soy te lo debo a ti, existo porque tu lo has deseado y me has concebido en tus sueños. Soy real al menos para ti.- Mientras decía todo esto su mano recorrió mi mejilla recogiendo son su dedo mis lágrimas.
-Pero ¿por qué? ¿Por qué te he creado, por qué estas aquí en mis sueños? ¿Como lo hice?
-Estabas tan solo- me sonrió -que necesitabas a alguién para que compartiera tu soledad, alguién que te escuchara, que te consolara en los momentos de debilidad, que te amara con el corazón.
-¿¿Qué me amara??
-No te sorprendas ¿Quién mejor para amarte que alguién que te conozca mejor que tu mismo? Además tu así lo querías.- me relevó.
-No lo entiendo- admití confundido.
-No hace falta que lo entiendas, sólo tienes que dejarte llevar.
Tendió hacia mi su delicada y pequeña mano que primorosamente cogí entre la mía observando que se acoplaba en ella a la perfección, como si toda ella fuera una prolongación de mi ser y fuera la otra mitad que tanto he buscado…
Y así cogidos de la mano paseamos en el atardecer de mis sueños y en el amanecer de mis descubrimientos. Juntos los dos como un único ser. Mirándola a los ojos en los que me veía reflejado, sabiendo que para ella yo lo era todo y ella lo era todo para mi. Recreándonos en el silencio de nuestro silencio, adivinando los pensamientos ocultos del alma.