Capítulo 2 «Nevil Dragonblood»
Sheyla metió la manos en uno de los ajustados bolsillos de sus pantalones. Sacó una vieja llave oxidada y la introdujo en la cerradura de la puerta. Tras dos o tres intentos la cerradura cedió. Al girar sobre sus goznes, la puerta crujió. Ambos penetraron en la habitación.
La estancia era bastante sencilla. En un rincón apartado se podía ver una mesa con los útiles de aseo. La pared situada al frente de la puerta exhibía la única ventana de la habitación. En la pared de la izquierda se encontraba el catre, las demás paredes estaban desnudas.
– Es una estancia humilde, pero tiene todo lo necesario – explicó Sheyla, mientras una pequeña daga de plata, procedente del bolsillo secreto de su manga derecha, se escurría hasta su palma.
– Me servirá – declaró Nevil
Con un rápido movimiento Sheyla esgrimió la daga de plata y la colocó al cuello de Nevil. Éste sorprendido no atinó a defenderse y dejó actuar a la dama.
– Maldita humana – protestó Nevil.
– Cierra tu boca de reptil – Sheyla apretó un poco más la daga contra el cuello de Nevil – Sólo quiero hacerte unas preguntas, draconiano.
– Te equivocas, no soy un draconiano.
– Eso lo descubriré yo, ahora quítate la capucha, despacio y sin trampas, o sino tu verde sangre manchará tu túnica.
Nevil empezó a quitarse la capucha despacio hasta descubrir su verde tez y sus puntiagudas orejas semiocultas por su cobrizo cabello. Se separó de los fuertes y delicados brazos de Sheyla y se puso frente a ella.
Sheyla sorprendida al descubrir el rostro de tan extraño ser, bajó la guardia durante apenas un segundo, pero fue suficiente para que Nevil con un gesto rápido y ágil le arrebatara la daga y la empujara contra el catre. Sheyla cayó en el catre cuan larga era y rápidamente Nevil se colocó encima de la dama inmovilizándola y colocándole su propia daga al cuello.
– Creías que ibas a poder conmigo bella dama – dijo Nevil exitado por el cuerpo que se removía debajo de él – ahora soy yo el que quiere hacerte unas preguntas.
Nevil desvió la mirada hacia la puerta. Al cabo de unos segundos apareció en ella uno de sus acompañantes ataviado aún con la túnica morada. Nevil le dirigió unas palabras en su extraña lengua. El recién llegado asintió y cerró la puerta con la llave que Sheyla había olvidado guardar.
Sheyla había dejado de forcejear asombrada otra vez ante la aparición del secuaz de Nevil que había llegado sin una aparente llamada. Había algo en aquel extraño ser que había sobre ella que le gustaba, algo que le encandilaba, no sabía que podia ser pero sin duda apagó en ella las ansias de luchar.
– Tranquilo no intentaré escapar, se que sería inútil – apuntó Sheyla al ver que Nevil reducía la presión para levantarse.
Nevil se aparto y amenazando con la daga a Sheyla le indicó que se levantara.
– Necesito información, y un mapa del continente de Ansalon – le espetó.
– Antes me gustaría saber unas cosas – dijo Sheyla mientras se arreglaba la ropa.
– Me parece que no estás en condición de exigirme nada, ¿no te parece? – inquirió Nevil furioso por la osadía de la dama.
– Entonces despídete del mapa y de la información.
– Despídete tú de tu vida la amenazó acercando la daga a su cuello.
– No te será tan fácil acabar conmigo, draconiano.
– Así no llegaremos a nada, no me gustaría acabar con la vida de tan hermosa dama – dijo mientras apartaba la daga del cuello de la mujer – Te propongo un trato. Te diré quién soy y de donde vengo a cambio de que accedas a ser mi guía durante mi estancia en Ansalon.
– ¿Y qué obtengo yo a cambio? Me parece que tu trato no me beneficia en absoluto – el semblante de Sheyla se había trastocado en una mueca de burla. Le gustaba el juego y no estaba dispuesta a dejarse vencer por un simple draconiano.
– Conservarás tu vida, y si lo haces bien puede que incluso te pague.
– No me acabo de convencer, ¿qué pasaría si me niego?
– Te cogería por la fuerza y te convertiría en mi esclava, no me agrada la idea de tener que acabar con tu vida.
– Veo que no tengo mucho dónde elegir – A Sheyla le gustaba el juego y se veía subyugada de alguna forma por la presencia de aquel ser.
Nevil por su parte también se sentía atraído por la fémina. Su pelo color miel, sus ojos verdes como el mar y su silueta con esas curvas tan pronunciadas le atraían irresistiblemente hacia Sheyla. Sin darse cuenta fue bajando la guardia y terminó por sentarse en el catre junto a la dama, contemplándola ensimismado.
Sheyla aprovechando la debilidad de Nevil, con un rápido movimiento se abalanzó sobre él, tumbándolo en la cama, y se colocó encima de él a horcajadas. No fue su arrebato un arrebato de furia, sino de pasión. Sheyla no pudo resistir los encantos de este ser, sus rasgos de elfo, su tersa y suave piel, sus misteriosos ojos… Un fulgor que nunca antes se había desatado en ella, la apoderó. Ansiosa ya del amor de aquel ser fue despojándolo de la morada túnica que lo cubría y de las demás vestiduras que tenía debajo. Ciega ya por la pasión no se percató de que el resto de sus atuendos eran guerreras, no quiso darse cuenta, poco le importaba ya. Sólo quería poseer a aquel ser que la embriagaba. Sintió como Nevil la besaba, como besaba sus labios, su cuello, como besaba cada parte de su piel mientras la iba desnudando, se abandonó al placer que la consumía por dentro.
– Dime quién eres – susurró Sheyla en la oscuridad de la habitación – te seguiré a dónde quieras, pero tan sólo, dime quién eres – repitió Sheyla abrazada a Nevil – aún en el lecho – Por favor.
– Está bien si tanto deseas saberlo, te contaré mi historia – Nevil se aclaró la garganta y se preparó para relatar su vida.
– «Hace mucho tiempo, – empezó su relato – en la época que Huma venció a su Oscura Majestad, ésta y sus esbirros (incluyendo los dragones) fueron desterrados al Abismo. Unos pocos pudieron escapar refugiándose en una gran isla muy lejos de Ansalon. Allí los dragones y los magos oscuros que lograron sobrevivir, abandonaron a la Oscura Majestad culpándola de su derrota. La Oscura Majestad se desentendió de ellos y los abandonó a su suerte. Los oscuros magos cambiaron sus negras túnicas por la roja, y se hermanaron con los dragones. De todos los magos había uno muy poderoso, tanto como un Dios, que se convirtió en el líder de todos los supervivientes».
«Celifán, que así se llamaba el mago, creó un nuevo reino al que llamó Denea, también necesitaba crear alguna raza para que gobernara Denea, desechó a los dragones al ver que serían incapaces de convivir en grupo, y creó su propia raza. Creó una raza distinta a todas las que por aquél entonces poblaban Krynn, pero que a su vez tuviera algo de cada una de ellas. Así nacimos nosotros, los Humadragons. Una mezcla de dragones, elfos y humanos. Heredamos la fuerza, las alas, y la poderosa magia de los dragones; la sabiduría y la longevidad delos elfos y los sentimientos, y el deseo de poder de los humanos. En teoría una raza perfecta».
– Un momento – interrumpió Sheyla – has dicho que heredasteis la fuerza y las alas de los dragones. ¡Tú no tienes las alas! – exclamó.
– También he dicho que heredamos su magia, ese es el motivo de que no veas mis alas – aclaró Nevil.
– ¿Magia? ¿Cómo? – preguntó Sheyla con la incertidumbre pintada en su ojos.
– Ya lo verás por ti misma, ahora déjame continuar – dijo Nevil un poco molesto por la interrupción.
– Adelante.
«Celifán se convirtió en rey de toda Deana. Concibió un hijo al que inculcó los secretos de su magia. Celifán advirtió que su hijo no sería un poderoso mago por lo que lo adiestró como guerrero. Pronto murió Celifán, debido a su avanzada edad, por lo que Athor, su hijo, se convirtió en Athor I rey de toda Deana.»
«Durante el reinado de Athor I, hubo grandes cambios en Deana. La población de humadragons aumentó tanto que expulsó a los dragones ya los magos oscuros. También se separaron los humadragons distinguiéndose en dos grupos bien diferenciados: los magos, y los guerreros. Al principio todos convivían pacíficamente, hasta que nació el príncipe Tylan (mi padre).
«El príncipe Tylan creció con rápidez, convirtiéndose en un joven apuesto y fuerte, que tempranamente destacó en el uso de la espada. El joven príncipe ansiaba poder, ansiaba poseer todo el reino de Deana fuera al precio que fuera, sin importarle los medios que utilizara para conseguirlo.»
«El joven Tylan pronto se convirtió en un líder que representaba a todos los humadragons que querían poder, que querían gobernar Deana primero y todo Ansalon después. Tylan mató a su propio padre Athor, convirtiéndose en Tylan I rey de Deana. Los magos no estaban de acuerdo con que Tylan se convirtiese en rey de Deana, y menos aún que intentara gobernar Ansalon por lo que con Aldebarán al frente opusieron resistencia a las ansias de poder de Tylan.»
«Aldebarán era descendiente de Celifán, y por lo tanto, hermano de Athor. Había sido la mano derecha de Athor hasta que su sobrino, Tylan, lo mató. Entonces se convirtió en líder del cónclave de magos de Deana, y con su poder (que era grande) y el de sus congéneres, se sublevaron contra Tylan I. La guerra estalló. En medio de la guerra nació Nerea, la primera hija de Tylan I.»
«La guerra duró mucho tiempo. Los dos bandos estaban en igualdad de fuerzas. Los magos eran menos numerosos que los guerreros, pero mucho más poderosos que ellos. Numerosas batallas asolaron durante años a la población de Deana, que con el tiempo cambió de bando y se unió a los magos. Por aquél entonces nació Delfos, el segundo hijo de Tylan.»
«El pueblo llano, en su mayoría campesinos y guerreros, se unió al cónclave de magos, que se habían preparado para la batalla definitiva, reuniendo a los más poderosos magos de toda Deana. Con la unión del pueblo llano, los magos asestaron el golpe definitivo al ejército de mi padre, que se rindió, entregando al rey Tylan a Aldebarán, que como castigo por sus sangrientos asesinatos y traiciones al pueblo de Deana, lo mató.»
«La guerra terminó con la muerte de Tylan I, el sanguinario y la regencia de Aldebarán hasta la mayoría de edad de Nerea. Entonces nací yo, hijo póstumo de Tylan. Al nacer yo sobrevino la muerte de mi madre, por lo que quedé huérfano. Fui educado en la espada por mi hermana Nerea, que se había convertido en una gran guerrera, y en la magia por Aldebarán.»
«Delfos mi hermano mayor, era la viva imagen de mi padre, pronto destacó como él en la espada, pero también en la magia inculcado , como yo y mi hermana, por Aldebarán. Pronto se hizo mayor y demostró ser un portento en la magia, tanto que incluso sorprendió a Aldebarán. Muy joven ingresó en el cónclave de Magia del Rubí, donde llegó a ser el máximo mandatario a su mayoría de edad.»
«Aldebarán, como mandatario de las tres ordenes de magos de Deana, empezó a preocuparse de la supremacía de mi hermano sobre los demás magos de Deana, y comenzó a hacer averiguaciones a través de sus hechizos. Llegó a la conclusión de que el gran poder de Delfos procedía de Celifán, es decir creía que Delfos era la reencarnación de Celifán, y no se equivocaba.»
«Durante este aparentemente período de paz para Deana, los humadragons se recuperaron de los estragos que les había causado la guerra. Coronaron a mi hermana Nerea como reina de toda Deana, al cumplir la mayoría de edad. Aldebarán se convirtió en su consejero, y yo, debido al valor y a la maestría que había demostrado en el manejo de la espada, fui nombrado General del Ejército Real de Deana.»
«Mi hermano Delfos, debido a su gran poder como mago, intentó convertirse en mandatario de las tres órdenes de magos. No lo consiguió debido a que Aldebarán ostentaba aún ese puesto, por lo que él y su orden se sublevaron contra los demás magos. Aldebarán lo retó con un duelo de magia, del que salió vencido. Esto provocó un contratiempo en los planes de mi hermano, que quería, al igual que mi padre, gobernar toda Deana y más tarde el continente de Ansalon. Debido a que pensó que en Deana no conseguiría el poder suficiente para vencer a Aldebarán, se embarcó, con todos los componentes de su orden, en un galeón que los traería hasta Ansalon.»
«Nerea, mi hermana y reina, me encargó la misión de seguir a mi hermano y averiguar los planes de éste, por lo que, con un pequeño escuadrón de unos treinta hombres, me embarqué yo también con rumbo al continente de Ansalon.»
«Éste es el motivo que me ha traído aquí, llegué hace una semana a la isla de Sancrist. Después me dirigí aquí a Ergoth del Norte, dejé a mis hombres y el galeón en Gwynned esperando una señal y con cuatro hombres venía hacia Nylo.»
«Sospecho que mi hermano Delfos se dirigía hacia una ciudad llamada Palanthas, dónde según Aldebarán se encuentra una Torre de la Alta Hechicería propiedad de un gran mago. Mi propósito es dirigirme allí y entrevistarme con él, por eso necesito tu ayuda como guía.»
– ¡Es increíble!, – exclamó Sheyla – jamás imaginé que existiera una gran isla llamada Denea, poblada de una raza extraña.
– Algunos de los tuyos la conocían con el nombre de Isla de los Dragones – susurró Nevil entre un bostezo producido por el sueño.
– Entonces, la leyenda era cierta – exclamó de nuevo Sheyla, sorprendida aún más por las revelaciones de Nevil.
– Sí – afirmó Nevil con voz apagada a causa del sueño.
Sheyla sentía también un gran cansancio, provocado quizás por todo el conjunto de emociones que había vivido durante el día y los estragos que le había provocado la historia de Nevil
Abrazando aún más a Nevil, apoyó la cabeza sobre el verde y terso pecho de éste y se sumió en un profundo sueño.