Escrito matricial: Capítulo 3 «Una decisión»

Capítulo 3 «Una decisión»

El sol apareció temprano sobre la llanura, bañándola de luz y calor. Los rayos del sol atravesaron la ventana de la habitación de Nevil, entrando a raudales.

Sheyla bostezó y estiró el brazo para acariciar el cuerpo de Nevil. Su brazo no encontró obstáculo alguno y atravesó el espacio que había ocupado Nevil, estrellándose en el lecho. Sheyla entreabrió los ojos, examinó la habitación y constató que Nevil la había abandonado tras antes asearse un poco. A duras penas consiguió abrirlos completamente, debido a la intensa luz que entraba por la ventana. Se estirazó y se sentó en la cama pensativa. Tras unos instantes se levantó y se vistió con sus ropas que estaban esparcidas por el suelo.

Sheyla arregló un poco la habitación antes de salir. La llave estaba en la cerradura, así que cerró la habitación y se dirigió a la que compartía con Yna.

Cuando entró en la habitación, encontró a Yna recostada en la cama observándola con una expresión mezcla de preocupación y de reproche.

– ¿Se puede saber dónde has dormido? –

– ¡Ésta noche ha sido estupenda! –  exclamó Sheyla con una amplia sonrisa en su rostro.

– Sheyla, estaba preocupada por ti. Anoche estuve hablando con Elene, me dijo que ayer llegaron unas personas muy extrañas a la posada y que tu dijiste que eran draconianos, muy peligrososos. No vuelvas a hacerme esto, he estado muy asustada toda la noche – terminó Yna, visiblemente preocupada.

– Lo siento, debería haber hablado contigo anoche – se disculpo, mientras se sentaba a los pies de la cama de Yna – ¿Cómo te encuentras?

– Ya estoy completamente curada, gracias – dijo sinceramente – Ahora cuéntame dónde estuviste anoche, por favor.

– Está bien – accedió Sheyla.

Seguidamente le contó a Yna con todo lujo de detalles la llegada de Nevil y sus soldados; el origen de Denea y de sus habitantes y la noche maravillosa que había pasado con Nevil.

La expresión de Yna se tornó más preocupada aún

[Hasta aquí el texto en el papel matricial. El capítulo empieza de nuevo en una libreta pequeña como sigue.]


El sol apareció en el horizonte bañando de luz y calor la llanura en la que se asentaba «El pájaro azul»

La vida ya se hacía notar en la posada. Los primeros parroquianos desayunaban en ella, recuperándose de la resaca del día anterior.

Los rayos de sol entraron a raudales en la habitación de Nevil. Sheyla bostezó y alargó el brazo para acaricias el cuerpo de Nevil. Su mano no encontró obstáculo alguno y se estrelló en el lecho dónde antes había estado Nevil. No le extrañó nada a Sheyla que Nevil hubiera abandonado el lecho. Con un esfuerzo abrió los ojos y se sentó en la cama. Recogió sus ropas y se vistió. Después se aseo un poco, recogió la habitación y la cerró con la llave que Nevil había dejado en la cerradura.

Antes de bajar se dirigió a su habitación. Encontró a Yna en la cama recostada. Era su expresión un libro abierto.

– ¡Otra vez has caído! – le replicó Yna.

– Creo que esta vez es diferente – se excusó Sheyla – Él es… Distinto.

– ¿Tanto te ha calado ese parroquiano?

– Yna, no es un parroquiano, es un ser que jamás antes había visto, tendrías que verlo para creer su historia que es mucho más inverosímil que cualquier otra.

– ¿No será el tipo que llegó ayer…? Ya sabes: el de la túnica morada. Elene me lo ha contado.

– Si es él – admitió Sheyla.

– Ten cuidado, Elene me dijo que eran draconianos.

– No, no lo son. No se como explicartelo Yna, no son humanos ni elfos es una raza distinta.

– Vale, pero ten cuidado Sheyla.

Sheyla se acercó y la abrazó.

– Espero que te recuperes pronto Yna, Ahora tengo que bajar.

Sheyla se despidió, cerró la puerta y bajo a la cocina. Allí estaban Elene y Tyna preparando desayunos. Sheyla las saludó a ambas y se adentró en la barra. Vermuith charlaba animadamente con un par de comerciantes. Sheyla echó un vistazo y encontró lo que buscaba.

En una mesa apartada de la barra desayunaban dos de las túnicas moradas. Sheyla se puso un delantal y después de antender a tres parroquianos que la llamaron se dirigió hacia ellos.

– ¿Nevil? – preguntó cuando llegó a la mesa.

– No – contestó uno de ellos con un fuerte acento.

Sheyla se sorprendió, a su faz llegó esta sorpresa y en su pensamiento se confirmó un presentimiento: «Me ha abandonado».

– Tranquila, volverá – volvió a hablar el extraño personaje, al que Sheyla reconoció como el subordinado que se presentó anoche en la habitación tras la llamada silenciosa de Nevil.

– Le has gustado bastante – su voz sonaba irónica – me ha dicho que «cuide de ti» – remarcó estas palabras – Me llamo Teeman y soy su primer oficial.

– Yo soy Sheyla – recuperó la compostura – y gracias, pero se cuidar de mi misma.

Sheyla se dio la vuelta y altiva se dirigió a la barra. A sus espaldas oyó una risa gutural y burlona, no le prestó atención y siguió con su tarea.

El día transcurrió sin problemas, como lo hacía habitualmente, hasta que llegó la noche y con ella los problemas.

Estaba ya bien entrada la noche y en la posada sólo quedaban dos o tres parroquianos profundamente borrachos. Teeman y sus compañeros charlaban en la misma mesa que habían ocupado todo el día. Mientras los parroquianos – cada vez más borrachos – empezaron a insultarlos y desafiarlos.

Los primeros insultos fueron inocentes por lo que los humadragons no les prestaron atención. Pero los insultos se fueron recrudeciendo mientras Sheyla y Vermuith trataban de calmarlos.

La situación llegó a su límite cuando uno de los parroquianos, el más violento, tiró su jarra de cerveza hacia ellos. La jarra paso silbando junto a Teeman y se estrelló en el suelo a pocos metros de él.

Teeman se levantó tranquilamente y se dirigió hacia los parroquianos. Sheyla viendo lo que venía se aproximó rápidamente a él.

– No queremos líos, ¿eh? – murmuró Sheyla.

– Teeman la apartó de su camino y se aproximó más al parroquiano, mientras su compañero seguía sentado sin inmutarse. El parroquiano al sentirse amenazado, dio unos pasos atrás mientras echaba mano a su cinto y sacaba una pequeña daga.

Vermuith hizo un último esfuerzo para tranquilizarlo que nada consiguió. El parroquiano cegado por el alcohol se abalanzó sobre Teeman con la daga en alto. Teeman esquivó el golpe fácilmente y le arrebató la daga mientras lo cogía del cuello elevándolo en el aire con una sola mano.

El parroquianos luchó para liberarse de la mano de Teeman, pataleó en el aire pero no consiguió soltarse. Los demás parroquianos y Vermuith quedaron paralizados al ver la fuerza y sobre todo la mano verde que salía de la túnica morada.

Teeman cogió una de las bolsas del humano, mientras este se asfixiaba y seguía pataleando. Teeman sacó dos monedas de oro y las colocó sobre la barra mientras bajaba al asustado humano.

El humano al sentirse libre de la presión sobre su cuello sintió el deseo de escapar, como sus amigos que habían huido abandonándolo, pero no pudo reprimir una última mirada a aquel ser.

Sus ojos fue lo único que vio debajo de la capucha. El humano huyó aterrorizado.

Teeman volvió la cabeza hacia Sheyla.

– Y en cuanto a ti – anunció con su voz gutural – es hora de que tomes una decisión, mañana partiremos al amanecer.

El hudra se dirigió hacia el patio, el que estaba sentado lo siguió.

El estupor se dibujaba en la cara de Vermuith.

– ¿Qué ha querido decir? – preguntó con voz entrecortada.

– No lo se… – mintió Sheyla.

Su corazón estaba dividido en dos. Dos partes que tiraban de ellas en direcciones opuestas haciéndole sentir que terminaría rompiéndose. Una parte era Nevil, su amante, le causaba admiración y amor, un amor apasionado que no había sentido antes. La otra parte Vermuith, su padre… No tenía a nadie más en este mundo. Él le había visto crecer, hacerse mujer, le había enseñado todo lo que sabía. Era difícil separarse de él y de sus compañeras. Pero la decisión estaba ya tomada.

Con Nevil encontraría el amor, la pasión, las aventuras. En cierto modo, anhelaba llevar una vida más emocionante , más llena de aventuras que la rutinaria vida que llevaba en la posada.

Ella y Vermuith estaban recogiendo la posada. Sheyla pensaba despedirse de sus compañeras esa noche y de Vermuith al amanecer. Vermuith había notado un cambio en Sheyla, durante la noche. La veía preocupada, indecisa, triste y alegre a la vez. Pensaba que pronto lo dejaría. Reconoció en ella al joven Vermuith ansioso y sediento de aventuras.

Vermuith suspiró, su niña se había hecho una mujer hermosa y atractiva y el se hacía cada vez más viejo y torpe. Se sentía cansado.

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