Cae la noche y las estrellas
abren brecha en mi cabeza,
mientras el cielo estrellado
ha derrumbado algunas piedras,
sin darse cuenta,
su veneno ha inundado
todas éstas letras,
sus constelaciones tan sutiles
se dibujan en tu espalda tan humildes
como éstas palabras
se estrujan en mi paladar,
sólo para saltar
de mis labios a tus oídos
tú, que te crees el ombligo
de éste mundo mío
y no eres más que el olvido
en el que sucumbo, hace frío…
Mal rumbo eligió
el que dirigió hasta ti mis pasos,
si fue el destino,
me envio dando bandazos
por un desvío lleno de tropiezos y fracasos
de cientos de falsos amaneceres
cuando todo ésto ahora parece
que se pierde en la bruma
de la eterna duda.
Es la hora y hierve tu belleza,
vapor de melaza,
lo inspiro y me relaja,
es el camino que lleva
hasta tus ojos pardos
y me regalas uno de tus guiños
que son como un fuego fatuo,
es un trabajo arduo
ir andando detrás del aviso de tus faros
sin saber cuando apareces o desapareces
no es mi sino, si no tengo motivos
para seguirte, no se como decirte
que desandaré el suelo que piso
y no pondré remite en las cartas
que ya te he escrito…