No he venido para contarte como acabará nuestra historia, no es esa mi intención, sólo quiero descubrir cómo empieza…
Todo empezó hace mucho tiempo, tanto que no recuerdo cuan largo era su pelo, ni lo triste de su mirada perdida. Cada vez me cuesta más enfocar en mi mente la imagen de su recuerdo marchito, no quiero olvidarla, ni recordarla vagamente pues no se lo merece. Fue fugaz, pero intensa su presencia en mi mundo, tanto que se apropió de él contra su voluntad. Mi mundo era ella, mi mundo era grande y yo reí. Pero nunca brilla el sol eternamente y la luz de su mirada se perdió en un horizonte vacío, donde el infinito se difumina en la distancia y el eco de su voz apenas se esboza en lontananza.
No me enfadé por haberla perdido ni por no haberla encontrado, al final me dí cuenta de que nunca fue mía, si alguien tenía que ser de alguien, yo era el cautivo. No, no estoy enfadado por no haberte vuelto a ver, pues quizás jamás te ví y sólo existías en mi memoria: vestigios de un ayer imposible. No me enfado al saber que no quieres verme, ni te culpo por querer esconderte. Sé que el miedo es demasiado fuerte para combatirlo sólo. No, no estoy enfadado sólo decepcionado.
Decepcionado por todo lo que pudo ser y no fue, por la mala pasada que nos jugaron las moiras, tejedoras del destino. Decepcionado porque tu pareces haber olvidado todo aquello que vivimos y que sin embargo no fue lo que quisimos. Surgió, como surgen las cosas que no tienen mucho sentido, de improviso. Ahora ya puedo terminar nuestra historia porque aunque volvamos a vernos o nos descubramos por primera vez, nuestro tiempo se habrá agotado y ya no quedará sitio para lo que pudo haber pasado, todo seran recuerdos inconclusos y difuminados.
Ya puedo contarte el final de esta historia, no es un bonito final, nos quedaron cosas por descubrir y la pereza venció la ilusión…
Todo está aquí, escrito, aprende a leerlo: interprétalo…