He llegado al limite. Si doy un paso más caigo en el interminable remolino de la mente. No quiero pensar, no lo necesito. No lo quiero saber, no lo necesito. Así estoy bien, encerrado en esta inquebrantable jaula, con barrotes de destierro. Miro al horizonte y ¿qué me queda? Algo que nunca quise reconocer que fuera mío, tan sólo es un atisbo de mi abismo. Borrosa sucesión de palabras sin sentido, tal vez esa letanía no concluya en este instante. No quiero que siga, sus sonidos me desquician.
Recuerdos inconclusos, nunca quise creer que fueran míos. Noches que ignoré haberlas poseído, canciones que olvidé haberlas escrito. No, no estoy sobrio ni quiero estarlo ¿de qué me sirve, si el control no es lo que importa? Deja que vuele libre en tu memoria, esta es la cara oculta de la bestia. Aquí estoy bien, aferrado a mi esquina: este es mi sitio.
Este es el daño que me hiciste, con los ojos sumergidos y sangre en los labios: así estoy yo. Dispuesto a olvidarte de un plumazo. Moriste cuando nadie lo sabía, enterrada con la tierra de mi lastre. Bienvenida al torbellino de mi mente, ahora es tu sitio y tu esquina. Mil canciones aún han de sonar y ninguna más va a hacerte llorar. Ya no estas sóla, rodeada por recuerdos sin sentido abandonada en lo oscuro de un pasillo.
Es el remolino de mi mente, no estoy sobrio ni quiero estarlo. Es lo que me queda de mi abismo, guardado en mi cajita de metal ¿dónde quedarán? Esos besos que nunca vi llegar. ¿Dónde quedarán? Las palabras que mueres sin pronunciar. Ya no queda nada: ni abismos, ni atisbos de ignorancia. Esto es lo que hay, justo después de haberlo. Si quieres algo más, no lo encontrarás. Es el torbellino de mi mente, mi historia y mis palabras. En este estado de memoria, con los ojos rojos de la euforia hablar sin más, está de más. Siente lo que dicen tus palabras, aulla a la luna mientras cantas. Estar sobrio esta de más…