Vidas sesgadas sin orden ni concierto,
almas atrapadas en un malvivir mugriento,
detrás de cada mirada
una conciencia destrozada
por una certera estocada.
Sangre de manos brotando,
niños sin madre llorando
y en sus manos, armas tronando,
sin entender nada a cambio.
Rotas marionetas de hueso y carne
esparcidas por la calle,
rotos muñecos de nadie
abandonados sin su aire.
Éstas son sus leyes y ésta su condena,
maldita guerra, ¿dime por qué no dejas
que vuelen las palabras?
Baja la espada,
está tan oxidada
como la sangre derramada.
Tus intereses son absurdos,
como tantas otras veces.
Tus motivos sin sentido,
como siempre has admitido.
Maldita guerra, ¿dime por qué no dejas
de lados esas balas
y haces caso a las palabras?