Las huellas de nuestra historia
son como lamentos de una guitarra,
cicatrices que no sangran,
fracasos grabados por siempre en la memoria.
No me perteneces,
pero a veces vienes y me tienes
bebiendo de tus palabras
explorando tus recovecos
como la primera vez
que me perdí en ellos.
No te pertenezco,
pero de vez en cuando te tengo
leyendo mis versos
como leíste la primera letra,
que escribí,
pensando en tu pelo.
Mi corazón está cicatrizado
lleno de heridas,
pero son antiguas,
ninguna tuya,
no me haces daño
con sólo mi coraza
me protejo de tu querer herirme
y dejo correr mis palabras
para escabullirme
de tus encantos,
pero me engaño
y vuelvo a escribirte
ya sin ningún daño
que vuelva a golpear mi paz,
tan sólo nostalgia de tu mirar.
No me perteneces,
pero a veces,
te encierro en mis versos
y entonces,
te pertenezco.